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El Banco Central quiere manipular sus estadísticas para que baje el índice de morosidad

 Lejos de los flashes, el Banco Central empezó a analizar un cambio en la fórmula con la que se mide la morosidad del sistema financiero. El objetivo es claro: esconder, en los números, la creciente fragilidad de los bancos. No es una novedad en la Argentina. Cuando los datos empiezan a incomodar, la tentación de manipular el termómetro vuelve a escena. 

Marco Lavagna lo hizo semanas atrás para que la estadísticas oficiales no marquen recesión y sigue sin actualizar la canasta de inflación, para que el índice de precios no le de más alto que el alto 2,5% que marcó en noviembre.

El disparador es un dato imposible de maquillar del todo. La morosidad total del sistema financiero argentino ya ronda el 7%. Detrás del promedio se esconde una dinámica inquietante. 

Sin consumo no hay Paraíso

 La morosidad en los préstamos bancarios otorgados a personas físicas alcanzó el 10,1% de la cartera, el nivel más alto de la última década. En el caso de los préstamos a empresas, la irregularidad descendió a 5,6%. La información surge de un informe de la consultora Curat, Martínez Larrea & Asociados (CML&A) en base a datos oficiales.

Podés cambiar cómo medís la mora, pero no podés cambiar que la gente no llega a fin de mes.

El proceso ya golpea los balances de los principales bancos. Galicia aparece como el más afectado. El resto del sistema tampoco zafa. Santander, BBVA y Supervielle presentaron balances atravesados por la misma lógica: márgenes presionados, provisiones en alza y ganancias que se achican. 

“Podés cambiar cómo medís la mora, pero no podés cambiar que la gente no llega a fin de mes”, dijo a LPO un banquero y explicó “cuando la mora sube, los balances se tensan, el maquillaje estadístico tiene patas cortas. Con la morosidad en máximos, los balances hundidos y las reservas en rojo, la pregunta es hasta dónde pueden estirarse”. 

Argentina tiene que pagar USD 57.000 millones de deuda en el próximo año y medio 

El volumen de morosidad es tan grande que enciende alertas. La experiencia histórica argentina muestra que los modelos que se apoyan en financiamiento externo suelen terminar en crisis de deuda que se transmiten por el sistema financiero. 

En ese sentido, ordenar expectativas resulta crucial. Porque al menor indicio de desconfianza, los depósitos buscan la salida. El punto técnico es brutal: buena parte de esa plata no está disponible en forma líquida. Y las reservas negativas funcionan como telón de fondo de esa fragilidad. Según cálculos de LCG basados en la metodología del FMI, el rojo alcanza los USD 17.900 millones. En términos simples, implica que se usaron depósitos para sostener el esquema. Martín Redrado ya advirtió, desde la Fundación Capital, sobre un descalce de monedas que tarde o temprano pasa factura. 

En ese marco aparece la jugada del Banco Central. Hoy la morosidad se mide como el ratio de cartera improductiva sobre cartera bruta: los créditos en atraso divididos por el total de préstamos. El BCRA clasifica a los deudores según la severidad del atraso, de 31 a 90 días o más de 90, para evaluar la calidad de los activos y la salud del sistema. El cambio que se analiza apunta a suavizar ese indicador. 

Un retoque metodológico que recuerda a otros movimientos recientes: la revisión de la medición de la actividad para esquivar la palabra recesión o la demora en actualizar la canasta que mide el IPC. El dibujo contable como herramienta para ganar tiempo. 

Esta nota fue publicada en el portal LaPolíticaOnline. Read More

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